Se espera que el alumnado que participa en el debate aplique las habilidades de pensamiento crítico, argumentación y oratoria en situaciones “complicadas”: hablar en público y elaborar materiales argumentativos para defender puntos de vista que no son los propios y que pueden incluso contradecir sus propias ideas. La necesidad de pensar críticamente de modo repetido es probable que lleve a la mejora de esta competencia.
Este hecho aparece documentado en varios estudios sobre la percepción que tienen el alumnado sobre los beneficios de debatir. Wiliams, McGee y Worth (2001) entrevistaron a 286 estudiantes universitarios de US y descubrieron que el alumnado identifica la oratoria, el pensamiento crítico y la argumentación como los beneficios más destacados de debatir. Comunicación y habilidades analíticas fueron también dos de las habilidades más mencionadas por el alumnado que respondió en el estudio de Madon y Keelee (1994, en Wiliams, McGee y Worth, 2001) y fueron de las más mencionadas en el estudio de Hill (1983) entre debatientes universitarios.
Como indica Bellon (2000) mejoras en el pensamiento crítico son los beneficios más documentados del debate académico. Esto es cierto para las diferentes definiciones del pensamiento crítico que aparecen en el cuestionario de Watson Glaser y en la escala de Ennis de pensamiento crítico. El estudio de Colbert (1987) sobre una muestra de 146 debatientes y 139 no debatientes que actuaron como grupo control en 8 universidades americanas, muestra que el alumnado que participó en los debates obtuvo unos resultados muy superiores a los del alumnado que no lo hizo en los cuestionarios de pensamiento crítico. Esto es consistente con los descubrimientos de Cronin (1990; en Akerman y Neale, 2011) que investigaron la visión de 148 estudiantes universitarios de US que atendieron clases en las que se aplicó el debate como método de enseñanza. Cronin mantiene que el alumnado que debate es capaz de desarrollar los hábitos de pensamiento crítico más importantes identificados por Ennis (1987; en Cronin, 1990).
Akerman y Neale (2011) también se apoyan en las evidencias cualitativas aportadas por Green y Klug (1990), Kennedy (2009), Goodwin (2003) y Jerome y Algarra (2006), donde se muestran los efectos positivos en el pensamiento crítico por parte del alumnado participante en el debate. En el estudio de Kennedy (2009) también se muestra como de los 87 docentes participantes, ente un 31% y un 58% modificaron su visión después de haber formado parte en un debate. Esto tiene una conexión directa con la evaluación de diferentes argumentos y puntos de vista y por tanto de la habilidad del alumnado de respaldar sus argumentos y de pensar críticamente.
Allen y otros (1999) muestra en un meta análisis que el entrenamiento en las habilidades de comunicación y debate mejora la competencia de pensamiento crítico de forma considerable, hasta un 44% como se muestra en algunos estudios. Esto no se limita a estudiantes universitarios, como indican docentes que participan en el “Debate Challenge” en Londres, que informan que las habilidades de sus estudiantes a la hora de seleccionar evidencias y estructurar y elaborar argumentos ha mejorado sustancialmente (Jerome y Algarra, 2006)
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Bibliografía
Texto extraído del “from measuring to learning: Evaluating the impact of debate on critical thinking and democratic values”
Allen, Mike, Sandra Berkowitz, Steve Hunt, and Allan Louden. 1999. “A Meta-analysis of the Impact of Forensics and Communication Education on Critical Thinking.” Communication Education 48 (1): 18–30. doi:10.1080/03634529909379149.
Akerman, R. and Neale, I. (2011). Debating the evidence: an international review of current situation and perceptions. CfBT Education Trust
Bellon, J. (2000). A research-based justification for debate across the curriculum. Argumentation & Advocacy; Vol. 36; Issue 3
Colbert, K. (1987). The effects of CEDA and NDT debate on critical thinking. Journal of the American Forensics Association; 23
Goodwin, J. (2003). Students’ perspectives on debate exercises in content area classes. Communication Education; 52 (2)
Green, C. and Klug, H. (1990). Teaching critical thinking and writing through debates: An experimental evaluation. Teaching Sociology; 18 (4)
Hill, B. (1983). Intercollegiate debate: Why do students bother? Southern Speech Communication Journal; 48(1)
Jerome, L. and Algarra, B. (2006). English-Speaking Union London Debate Challenge: 2005–06 Final Evaluation Report. Cambridge and Chelmsford: Anglia Ruskin University.
Kennedy, R. (2009). The power of in-class debates. Active Learning in Higher Education; 10 (3)
Williams, D., McGee, B. and Worth, D. (2001). University student perceptions of the efficacy of debate participation: an empirical investigation. Argumentation and Advocacy