La práctica del debate permite explorar de manera crítica los múltiples puntos de vista en torno a un mismo tema y revela las razones detrás de aquellas posiciones que, a menudo, no comprendemos, no compartimos y nos producen rechazo.
Así, el ejercicio del debate nos invita a ponernos en el lugar del otro, lo que posibilita su entendimiento y el reconocimiento de sus razones. Es esa empatía la que favorece la tolerancia, el reconocimiento y la comprensión del otro.
Por esto también podemos referirnos a una tolerancia crítica. Porque no sólo se trata de aceptar la existencia de opiniones divergentes, se trata de acercarnos a ellas, a sus razones y a cómo han sido construidas. Del mismo modo, nos motiva también a analizar los pareceres con los que argumentamos y a buscar una comprensión de la diversidad ilimitada, sin rechazar las diferencias.
Con el transcurso del tiempo, nuestras opiniones cambian, producto de la experiencia personal, de la observación de las transformaciones que se producen a nuestro alrededor y de la influencia que otras personas ejercen sobre nuestra percepción del mundo. Esta evolución de nuestras opiniones es resultado de procesos analíticos más o menos conscientes, que requieren sopesar diferentes argumentos para explicar lo mismo.
El debate se inserta dentro de las formas analíticas conscientes de evaluación de argumentos para la formación de opinión. A través de los ejercicios de debate, los participantes tienen la oportunidad de actuar en el proceso de construcción de conocimiento, en un ámbito en el cual los argumentos y no los individuos o sus convicciones son puestos a prueba.
El debate como herramienta educativa contribuye a preparar a los participantes para dirimir conflictos de manera más eficaz, mejorando su capacidad crítica, es decir, sus habilidades para construir y analizar argumentos y para compartir sus ideas con los demás. Un ciudadano activo precisa herramientas de pensamiento crítico para analizar las opiniones propias y las de sus conciudadanos y líderes, y requiere, además, habilidades de comunicación no sólo para expresarse, sino también para escuchar. El ejercicio del debate provee elementos esenciales para fortalecer estas capacidades y enriquecer así la calidad democrática de la sociedad
El debate nos ayuda a ponernos en el lugar del otro, a indagar en sus razones y a acercarnos a una mayor comprensión de éstas. Ahora bien, este ejercicio resulta incompleto si no intentamos también comprender las razones detrás de nuestras propias convicciones: para que se produzca esa relación con el otro desde la empatía, es indispensable poder comprender desde qué lugar nosotros mismos nos relacionamos.
De este modo, la práctica del debate nos prepara no sólo para cuestionar los argumentos de otros, sino también para aceptar el cuestionamiento de esos otros —e incluso de nosotros mismos— a nuestras creencias. Esta capacidad de autorreflexión crítica nos permite ser más flexibles frente al cambio y al desafío a aquello en lo que creemos, a nuestra visión de las cosas.
Al mismo tiempo, la práctica del debate nos proporciona herramientas sumamente útiles para mejorar nuestra comunicación. Por una parte, nos ayuda a organizar mejor las ideas y aumenta nuestra confianza y entrenamiento para hablar en público. Por otra, el debate incrementa nuestra capacidad de entender lo que los otros dicen: al proveernos técnicas y prácticas en escucha crítica, nos permite aprovechar los argumentos ajenos como insumos para la elaboración de los propios.
Así, la práctica del debate provee capacidades críticas y analíticas que nos hacen sentir más seguros y confiados respecto a nosotros mismos, a nuestras ideas y opiniones.
Una de las características más importantes del debate como herramienta educativa es que los participantes no deciden qué opinión defienden en su desarrollo. Las posturas respecto del tema de discusión son determinadas mediante mecanismos que buscan que, en sucesivos debates, los participantes exploren y defiendan diferentes opiniones sobre un mismo asunto. Como consecuencia, los participantes deben defender, en algunos momentos, posturas diferentes de sus convicciones personales.