La reelección de Donald Trump ha supuesto la reconfiguración del escenario político y económico mundial. Los primeros meses de 2025 han estado marcados por un incremento drástico de los aranceles estadounidenses a numerosos países, provocando tensiones comerciales y preguntas sobre la dinámica de toma de decisiones en la Casa Blanca.
Según The Washington Post, pese a que los asesores económicos presentaron al presidente múltiples fórmulas para determinar aranceles “recíprocos”, la decisión final recayó en una alternativa más sencilla, similar a la planteadas por Peter Navarro durante la primera presidencia de Trump. Durante la deliberación para determinar los aranceles, Navarro defendió medidas agresivas, mientras que Miller y el vicepresidente JD Vance respaldaron lo que decidiera el presidente. Bessent, un gestor de fondos de cobertura que algunos en Wall Street esperaban que sirviera como potencial aliado para frenar los aranceles del presidente, dejó claro, incluso antes de ser nominado, que apoyaría la agenda comercial de Trump.
«En el primer mandato», explicó un alto funcionario de la Casa Blanca, «todo el mundo se creía presidente». Esta vez, las luchas internas fueron mucho menores. Apenas hubo discrepancias en torno a la profunda revisión de la política comercial. «En su proceso de reclutamiento, se aseguraron que solo hubiera personas totalmente trumpistas, porque en la primera administración hubo muchos problemas con personas que renunciaron o expresaron públicamente su disconformidad», señaló Wilbur Ross, secretario de Comercio durante el primer mandato de Trump. El presidente parece creer que un equipo más leal es, en última instancia, uno más eficaz.
Esta homogeneidad y el reducido margen para el debate plantean interrogantes sobre cómo se toman las grandes decisiones. Cuando un grupo está formado por personas con ideas similares, tiende a compartir “puntos ciegos” y a ignorar advertencias externas o internas que cuestionan su visión colectiva. Si además el líder, en este caso Trump, establece desde el inicio una dirección clara, por ejemplo, que los aranceles son la mejor vía para impulsar la economía, y desalienta la crítica, los miembros del grupo pueden inhibir sus opiniones divergentes por lealtad o miedo a las repercusiones. Si además no se consultan o se ignoran la opinión de personas expertas, en este caso las fórmulas presentadas por los asesores económicos, el riesgo a encerrarse en la propia lógica y autojustificación es mucho mayor.
Estas características describen lo que el psicólogo Irving Janis denominó pensamiento grupal o groupthink: El grupo prioriza el consenso sobre la deliberación rigurosa. Se antepone el deseo de llegar a un acuerdo al pensamiento crítico.
El caso de la administración Trump y sus decisiones arancelarias ilustra cómo un grupo de asesores ideológicamente afines, liderado por una persona que desalienta la crítica, puede caer en los patrones descritos por el groupthink. Cuando se prioriza la cohesión interna o la lealtad a la confrontación de ideas, el resultado son decisiones basadas en visiones unilaterales y expuestas a errores de cálculo.
Entender los factores que dan pie al groupthink y sus consecuencias puede abrir la puerta a la crítica informada, contrastar los planes con datos externos y promover una cultura donde los miembros se sientan seguros para expresar discrepancias.