Factores que explican el sesgo de estatus quo

Sesgo de estatus quo

¿Cuántas decisiones tomamos influidas por miedo a perder lo que ya tenemos, en lugar de evaluar críticamente las oportunidades?

Intel ha anunciado el nombramiento de Lip-Bu Tan como su nuevo CEO con la misión de salvar a la compañía. Parece lógico pensar que este cambio de liderazgo responde a la necesidad de replantear la estrategia de la empresa ante la creciente competencia en la industria de los microprocesadores.

Fraank D. Yeary, presidente de la compañía declaró: “Lip-Bu es un líder excepcional cuya experiencia en la industria tecnológica, profundas relaciones en los ecosistemas de productos y fundición, y una trayectoria demostrada en la creación de valor para los accionistas es exactamente lo que Intel necesita en su próximo consejero delegado” Sin embargo, ¿Son esas credenciales suficientes para el éxito en su misión? Transformar una empresa como Intel no debe ser tarea fácil. Además de un nuevo liderazgo se necesita superar las resistencias internas que pueden frenar cualquier intento de cambio.

Cuando una organización como Intel se enfrenta a la necesidad de evolucionar, además de un líder experimentado con una visión clara, hay que entender los factores psicológicos que pueden influir en los equipos y dificultar la transformación. Por muy necesario que sea el cambio, la inercia y el miedo a lo desconocido pueden frenar la adopción de nuevas estrategias y frustrar la visión de renovación. ¿Por qué ocurre esto? El sesgo de estatus quo nos ayuda a entender algunas de las razones que nos llevan a preferir la situación actual, incluso cuando nos presenten alternativas más beneficiosas.

Con este marco en mente, exploremos 5 factores del estatus quo que pueden representar un obstáculo para la visión de Lip-Bu de transformar Intel.

Cuando nos encontramos con una alternativa con información limitada, nuestro cerebro tiende a priorizar la seguridad de lo conocido. La incertidumbre nos genera ansiedad y nos hace sobrestimar los riesgos de un cambio, llevándonos a mantenernos en la zona de confort, aunque existan opciones objetivamente mejores.

Imaginemos que estamos valorando cambiar de proveedor de internet porque hemos encontrado una oferta más económica y con mejores prestaciones. Sin embargo, al no contar con referencias claras sobre la nueva compañía, surgen dudas, ¿Y si la velocidad no es tan buena? ¿Y si el servicio al cliente es deficiente? La incertidumbre nos hace enfocarnos en los riesgos potenciales, lo que puede llevarnos a preferir nuestro proveedor actual, aunque paguemos más y no estemos completamente satisfechos.

En el caso de Intel, esta misma dinámica puede estar en juego. Además de diseñar una estrategia innovadora, Lip-Bu deberá vencer el escepticismo interno. Aun reconociendo la urgencia del cambio, muchos dentro de Intel podrían preguntarse: ¿Funcionarán realmente los nuevos procesos? ¿Cuáles son los riesgos de alejarse del modelo tradicional? ¿Cómo garantizar que esta estrategia generará los beneficios esperados?

Cuando la información es insuficiente o confusa, el sesgo del estatus quo se refuerza. El reto de Intel, además de diseñar una estrategia eficaz, es comunicarla de manera clara y convincente para mitigar la incertidumbre y facilitar la adopción del cambio.

Nuestro cerebro percibe las pérdidas con mayor intensidad que las ganancias potenciales. Esto nos lleva a ser conservadores en nuestras decisiones, priorizando lo que ya tenemos sobre lo que podríamos obtener. Este temor a perder lo que ya tenemos se manifiesta en muchas decisiones cotidianas, incluso en aquellas donde el riesgo real es mínimo.

Un ejemplo de este comportamiento es cuando seguimos comprando la misma marca de café de siempre. Aunque haya opciones con mejor sabor o precio, evitamos arriesgarnos a una posible decepción y nos decantamos por la seguridad de lo conocido. El miedo a perder la satisfacción actual nos lleva a rechazar alternativas que podrían ser mejores.

En el caso de Intel, esta aversión a la pérdida podría manifestarse en la resistencia a abandonar tecnologías heredadas. Algunos directivos podrían temer que, al dejar atrás ciertos productos, pierdan clientes leales o comprometan una parte de su mercado. Aunque cambiar podría generar beneficios a largo plazo, el miedo a perder una base estable de consumidores podría frenar decisiones críticas para la competitividad.

Este sesgo puede ser un obstáculo para la visión de Lip-Bu. Para recuperar su liderazgo, Intel deberá cuestionar si el miedo a perder lo que ya tiene le está impidiendo ver oportunidades con mayor potencial. Más que aferrarse a lo que ya posee, Intel necesita evaluar objetivamente si mantener ciertas tecnologías heredadas le está impidiendo adoptar innovaciones que podrían garantizar su competitividad futura

Cuando hemos invertido tiempo, dinero o esfuerzo en algo, nos resulta difícil abandonarlo, incluso si existen alternativas más beneficiosas. Nos aferramos a la idea de que, si seguimos adelante, podremos “recuperar” lo invertido, aunque en realidad esa decisión solo prolongue una situación poco óptima. Este sesgo nos lleva a tomar decisiones basadas en el pasado en lugar de en el futuro.

Un ejemplo cotidiano ocurre cuando seguimos viendo una serie que ya no nos gusta, solo porque llevamos varias temporadas viéndola. Pensamos: Invertí tanto tiempo en esto, que sería una pena dejarla ahora”, aunque en realidad podríamos aprovechar ese tiempo en algo más gratificante.

En el caso de Intel, este sesgo puede hacer que la empresa siga destinando recursos a fábricas con tecnologías menos eficientes solo porque ya ha invertido miles de millones en ellas. Aunque modernizar su infraestructura podría mejorar su competitividad, la sensación de estar “desperdiciando” las inversiones pasadas podría frenar la toma de decisiones racionales.

Para que Intel logre su transformación, deberá reconocer que algunas inversiones ya no son recuperables y que el verdadero enfoque debe estar en evaluar qué es lo mejor para el futuro, en lugar de intentar justificar lo gastado en el pasado.

Cuando tomamos decisiones, además de valorar los posibles beneficios y riesgos, consideramos cómo nos sentiremos después. El miedo a equivocarnos y arrepentirnos nos hace evitar ciertas elecciones, incluso cuando hay razones objetivas para pensar que podrían ser beneficiosas. Esta tendencia nos lleva a mantener el estatus quo por el simple hecho de evitar el remordimiento.

Observamos un ejemplo de este comportamiento cuando dudamos de vender algo que nunca usamos por miedo a arrepentirnos después. Aunque sabemos que no lo aprovechamos y podríamos darle un mejor uso a ese dinero, nos invade la idea de que, una vez vendido, podríamos echarlo de menos y lamentar nuestra decisión, aunque en realidad nunca lo hayamos usado. Para evitar ese posible remordimiento, decidimos conservarlo, aun cuando no nos aporta un valor real en el presente.

En el caso de Intel, este sesgo podría reflejarse en la reticencia de los directivos a apoyar cambios estratégicos por temor a equivocarse. El miedo a que la nueva estrategia no de resultados inmediatos y sentir arrepentimiento por haber apoyado la decisión podría llevar a preferir no arriesgarse y mantener el statu quo, incluso si el cambio es necesario.

Para superar este obstáculo, además de evaluar las decisiones estratégicas por su impacto a largo plazo, Intel podría generar un entorno donde el miedo al arrepentimiento no paralice la innovación. Fomentar una cultura donde los errores se entiendan como aprendizajes y no como fracasos definitivos podría reducir el miedo a equivocarse, empujando a tomar decisiones más arriesgadas.

A veces, el esfuerzo de cambiar parece mayor que el beneficio percibido. Evaluar alternativas, aprender nuevos procesos o adaptarse a un cambio requiere energía mental, por lo que muchas veces preferimos mantenernos en lo conocido por pura comodidad. Este sesgo es especialmente fuerte cuando el cambio no genera una recompensa inmediata o requiere un esfuerzo inicial importante.

Observamos un ejemplo de este comportamiento cuando seguimos utilizando la misma aplicación para organizar nuestras tareas, aunque haya herramientas más eficientes disponibles. Sabemos que podría mejorar nuestra productividad, pero el simple hecho de tener que aprender a usar una nueva interfaz nos desmotiva y terminamos retrasando el cambio.

En Intel, la pereza y la inercia pueden manifestarse en la resistencia a adoptar nuevos procesos o tecnologías. Implementar cambios estructurales requiere reeducar a los empleados, rediseñar operaciones y convencer a inversores, lo que supone un esfuerzo titánico. La magnitud del trabajo necesario puede hacer que ciertos equipos prefieran continuar con los métodos tradicionales, aun cuando estos ya no sean competitivos.

Para superar este reto, Intel necesitará impulsar una cultura que fomente la mejora continua, facilitando la transición y motivando a los equipos a adaptarse a nuevas formas de trabajo sin percibir el cambio como una carga innecesaria.

Intel se enfrenta un reto complejo: transformar su estrategia en un mercado altamente competitivo mientras gestiona la resistencia interna al cambio. Este caso nos muestra cómo factores psicológicos pueden actuar como barreras para la innovación, incluso cuando el cambio es necesario.

Pero esta situación no es exclusiva de las grandes corporaciones. En nuestra vida cotidiana, también tomamos decisiones bajo la influencia del sesgo del estatus quo, dejando pasar oportunidades por miedo a la incertidumbre, la pérdida o el esfuerzo que implica cambiar.

La próxima vez que debas tomar una decisión importante, pregúntate: ¿Estoy eligiendo esto porque es lo mejor o solo porque es lo que siempre he hecho?

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  • Artículo de El Confidencial: Intel nombra nuevo CEO a Lip-Bu Tan para intentar salvar a la compañía. Recuperado en marzo de 2025.

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