En un mundo donde la inteligencia artificial generativa se integra cada vez más en nuestra vida cotidiana, esta pregunta deja de ser una curiosidad para convertirse en un dilema real. El artículo “The ChatGPT secret: is that text message from your friend, your lover – or a robot?” publicado en The Guardian, nos invita a reflexionar sobre cómo herramientas como ChatGPT están transformando nuestras interacciones y, con ello, la esencia de nuestras relaciones tanto personales como laborales.
En el ámbito personal, cada vez más personas recurren a ChatGPT como un “terapeuta digital” para afrontar momentos complejos, desde redactar una carta de reconciliación hasta encontrar las palabras adecuadas para resolver un conflicto emocional. En el ámbito laboral, cada vez más candidatos utilizan ChatGPT para preparar sus entrevistas, aunque luego lo ocultan por miedo a que se cuestione su autenticidad o creatividad. El número empresas que delegan en esta tecnología tareas como informes, análisis e incluso propuestas creativas cada vez es mayor. Aunque estas herramientas ofrecen respuestas rápidas y útiles, su uso plantea el siguiente dilema ¿estamos utilizando ChatGPT como un complemento para potenciar lo que nos hace humanos o estamos delegando en él lo que antes nos definía?
Frente a esta nueva realidad, nuestras mentes responden de manera diferente. Algunas personas se aferran al estatus quo, prefiriendo lo conocido porque les da seguridad y control: lo humano frente a lo artificial, lo auténtico frente a lo generado. Sin embargo, esta preferencia no siempre nos permite analizar objetivamente las oportunidades que ofrece lo nuevo. Por otro lado, quienes adoptan rápidamente la novedad tienden a asumir que cualquier cambio es positivo, pasando por alto los valores que podrían perderse al abandonar lo anterior. Ambas posturas, aunque opuestas, comparten un desafío común: la dificultad para evaluar de manera crítica tanto el presente como el futuro.
El sesgo de estatus quo ayuda a entender estas diferencias. Nuestra mente, de forma natural, prefiere lo familiar porque nos proporciona estabilidad en un mundo incierto. Esto no significa que siempre debamos resistirnos al cambio: valorar de manera crítica una innovación requiere equilibrio. Por ejemplo, quienes rechazan ChatGPT pueden temer que su uso comprometa la creatividad, la autenticidad o la conexión humana, mientras que quienes lo adoptan sin cuestionarlo pueden pasar por alto los riesgos de dependencia tecnológica o de perder habilidades clave.
El artículo de The Guardian nos plantea una pregunta fundamental: ¿qué sucede con la intuición y el juicio humano si dejamos que las máquinas asuman tareas que antes eran exclusivas de nuestras capacidades más humanas? Este dilema no tiene respuestas fáciles. Nos recuerda que, aunque el cambio es inevitable, no debemos adoptarlo sin reflexión. Pero aferrarnos al estatus quo tampoco es siempre la respuesta: podemos estar rechazando herramientas que podrían mejorar cómo interactuamos con nuestro entorno y con nosotros mismos.
Entonces, ¿cómo tomamos decisiones en este nuevo escenario? ¿Cómo encontramos el equilibrio entre abrazar la innovación y preservar lo que consideramos esencialmente humano?
En el vídeo que acompaña este post exploramos cómo el sesgo de estatus quo influye en nuestras decisiones. Si quieres entender más sobre este comportamiento y su impacto, te invito a verlo y a compartir tu perspectiva en los comentarios.