Vivimos rodeados de pantallas y notificaciones, inmersos en una conversación global que nunca parece acabar. A veces, lo que leemos en redes pinta un mundo crispado, lleno de extremos y opiniones encendidas. Pero, ¿refleja esa imagen la realidad?
Un estudio reciente citado en The Guardian señala que buena parte de esa percepción está moldeada por una minoría muy activa y ruidosa. Por ejemplo:
- El 10% de los usuarios genera el 97% de los tuits políticos.
- Apenas una docena de cuentas, conocidas como “la docena de la desinformación”, originó la mayoría de los bulos sobre vacunas en Facebook.
- Solo un 0,1% de los usuarios comparte el 80% de las noticias falsas en X.
Son pocos, pero gracias a los algoritmos pueden llegar a dominar el “clima social digital”. Lo extraño se convierte en lo visible, y lo frecuente pasa desapercibido. Convivir constantemente con esos mensajes puede llevar a pensar que la mayoría comparte esa visión de la realidad.
A medida ese clima colectivo se consolida, es fácil dejar de prestar atención a señales contrarias, nuevas voces o situaciones cotidianas que no encajan con la narrativa dominante. Sucede mucho cuando un grupo “hace piña” y normaliza una perspectiva, aunque existan datos que inviten a pensar diferente.
Sin darnos cuenta, podemos acabar justificando y defendiendo lo que parece común, aunque tengamos dudas. Este fenómeno, conocido como “racionalización colectiva”, lleva a encontrar explicaciones que apoyan lo que el grupo da por hecho.
Lo llamativo del estudio es ver cómo una minoría muy activa puede influir la conversación hasta el punto de que la mayoría termine viendo y reaccionando según esa visión amplificada. No confundir lo que más suena con lo que de verdad representa a la sociedad e incorporar voces críticas y matices a la conversación contribuirá a tener una visión más fiel de la realidad… y tomar mejores decisiones.
¿Necesita la visión colectiva una visión más crítica?



