La educación es la base sobre la que se asienta el presente y futuro de las naciones. Los gobiernos, sabedores de ello, no escatiman, en la medida de sus posibilidades, recursos económicos y humanos en desarrollar e implementar modelos educativos mejores y más capaces de satisfacer las demandas sociales. Y, una vez reconocido ese esfuerzo, sólo nos queda preguntarnos si.. ¿se está orientando en la dirección correcta?
Reorientar el modelo educativo implica que este reconozca tres principios fundamentales:
– La diversidad de la especie humana. El hecho de que no existan dos personas exactamente iguales choca con un modelo educativo generalista que aplica los mismos principios y criterios a todos los estudiantes. Esta diversidad demanda un modelo que reconozca e incluya diversas disciplinas como las ciencias, las humanidades, la educación física, y el arte. En este sentido, es posible que los niños no sufran el Síndrome de Atención Dispersa, sino el de ser lo que son, niños.
– La curiosidad de los niños por aprender. La curiosidad es el motor del logro. Sin curiosidad no hay deseo, ni voluntad ni ganas por iniciar o continuar algo. En este sentido, la enseñanza no puede entenderse como un sistema de entrega de conocimientos sino de estimulación del aprendizaje. Para ello, los profesores deben mentorizar, provocar, y comprometer a sus alumnos para convertirse en facilitadores del aprendizaje, porque sin este, no hay enseñanza.
– La creatividad. La tendencia creativa natural del ser humano choca de bruces con la estandarización y sistematización del sistema educativo.
En este contexto, personalizar la educación, elevar los estándares y el reconocimiento a los profesores invirtiendo fuertemente en su formación y educación y descentralizar, en la medida de lo posible, la toma de decisión dotando de mayor autonomía a colegios y profesores, contribuirá a que estos tres principios ganen presencia en las aulas.
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